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  • Foto del escritorValentina Modano

El Camino

Viajes en el tiempo. El próximo proyecto llega de nuevo cargado de historia -no me sorprende-. Últimamente me resulta más interesante mirar al pasado y empatizar -o al menos intentarlo- con una época que pareciera que aportaba más valor que la nuestra. Practicar trasladarse mentalmente a otros tiempos, que muchas veces parecen cuentos de fantasía, es un ejercicio mental emocionante, y denso, debo decir. Recientemente, me he trasladado a 1954, a la Davidson Road de Philadelphia, al Mitre en Barcelona de 1964, al antiguo barrio El Clot del Cabanyal de 1950, hasta a la Batalla de Culloden, en Escocia de 1745. Hoy, me voy mucho más atrás, me traslado al camino jacobeo de la Edad Media, una ruta de peregrinación cristiana que se dirige a la tumba de Santiago el Mayor, situada en la Catedral de Santiago de Compostela, Galicia. Deséenme suerte. El Camino Como dice Roberto, este proyecto parte de un ámbito ajeno a nuestra época, aquello que pertenece a una realidad no material. Justo en este momento escucho aplausos desde mi ventana, un sonido que simboliza agradecimiento y esperanza, una acción física que alune un sentimiento intangible, como el viaje que simboliza purificación y búsqueda interior. Tal vez aquello no es tan ajeno desde hace 3 semanas. La peregrinación, más allá de seguir motivos litúrgicos, es un hecho intrínseco al ser humano que ve en ella una forma de elevarse espiritualmente, de conocerse mejor, de iniciarse a una nueva peripecia. “Todo lo que hay delante o alrededor, todo lo que hay debajo o encima, incluso lo que ha quedado atrás u oculto, se dispone en torno de esta vía sometida a la relación motriz entre un espacio y un cuerpo. La labor del sendero está por tanto entretejida a la de quien lo anda, es una colaboración dinámica que rinde sus frutos: el sendero alza tanto al paseante como al paisaje, haciéndoles coexistir” (Martinez Santa-María, 2004)

En este caso, podría decirse que el camino fascina por su dimensión histórica, mágica, humana y monumental. El recorrido es concreto, ancestral, persigue la cara del sol y es, sobretodo, un eje horizontal. Por poco importa más que el final. Si miramos más allá, casi de manera “muy mucho” poética, una vez alcanzada la meta -La Catedral de Santiago de Compostela- algunos saben que el camino puede continuar hasta acabar físicamente en la “tumba del sol”, aquello que en algún momento se conocía como el final del mundo, el Finis Terrae. El hombre, la naturaleza y arte Si abstraemos este hecho, o si lo viéramos con vista de pájaro, se trata de un relación entre el hombre, la fe y la naturaleza en el más puro sentido. Tal vez no comparta ciertas creencias, pero si creo que ese ser divino se evidencia a través de la naturaleza, al final esta no es más que una obra de arte divina. Por tanto, la relación se traduce en la ascendencia espiritual con la mirada vertical al sol, acompañado de un el recorrido horizontal que conecta con la naturaleza misma. Tiene sentido entonces, crear un espacio de reflexión, meditación, rezo, que reúna estas ideas. Tiene sentido entonces, utilizar el arte humano -en este caso arquitectura- para exaltar, conmemorar y sobretodo observar el arte divino: la Naturaleza. Pues, se trata de enlazar la arquitectura y la naturaleza para componer un nuevo paisaje humano, como explica Carles Martí “la acción humana se transforma como un ingrediente más al propio paisaje… el asentamiento humano no significa una profanación de la naturaleza sino una exaltación de su sacralidad, de su insustituible valor referencial para quien la habita o la recorre”. Y para completar con más citas… “en general, el arte perfecciona y acaba en parte lo que la Naturaleza misma no puede acabar y ultimar y, en otra parte, imita a la misma Naturaleza” Aristoteles

“Pero ¿por qué una arquitectura que se implica con la naturaleza? En parte, porque hemos tomado concienciade que la naturaleza es limitada y está en peligro. Y en parte, porque esta encierra todos los misterios de la vida y, por ende, de la existencia: escucharla es escucharnos, sentirla es sentirnos, conocerla es conocernos. Entre Dios y la Naturaleza no hay un abismo, sino una identidad, la misma que aquella de la arquitectura cuyo espacio contiene al tiempo.” (Martínez Medina, A., 2012.)





Martí Arís, C. 2002. Hórreos de la memoria. DPA 18. Martínez Medina, A., 2012. LUGARES DE LA ARQUITECTURA SACRA CONTEMPORÁNEA. EN BLANCO. Revista de Arquitectura, pp.06-11. Martínez Santa-María, L, 2004. El Árbol, El Camino, El Estanque, Ante La Casa. Barcelona.

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